jueves, 3 de abril de 2008

¿Es tonto el ministro?


A Solbes me refiero. No, claro que no, de tonto no tiene un pelo. ¿Entonces por qué al día siguiente de ganar las elecciones salió oficializando la crisis financiera (la inmobiliaria es solo una de las patas) cuando durante el último año calló como un... pon tú lo que prefieras. Y lo que para estas líneas interesa: ¿cómo es posible que desde hace años se vengan denunciando por blogs y foros de internet los motivos y consecuencias de la estafa piramidal del negocio del ladrillo y sólo cuatro gatos, tachados de locos agoreros y envidiosos, vieran la irracionalidad y perversión del engendro?

Nadie nace enseñado y menos en economía, donde es fundamental para el pillaje y la usura la ignorancia y, otras veces, la codicia de la víctima. Cuando acudimos a comprar, por ejemplo un coche, miramos con lupa todos los detalles, desde el motor al color de los asientos, la potencia, en cuanto se pone a los diez segundos... todo. Sin embargo a la hora de firmar una hipoteca de 30 millones a 30 años por un producto que apenas valía la tercera parte nadie se interesaba por saber lo que era un interés variable o qué era el euribor, se firmaba y punto. Y en esto que llegó la debacle.

Le guste o no a la gente vivimos en la sociedad de la información, me refiero a la red, la otra es la de la desinformación. Antes solo la especialización en un tema posibilitaba su conocimiento y el común de los mortales confiaba las preguntas y respuestas a un profesional al que en principio se le suponía honrado. Ahora tenemos a San Google y otros arcángeles, que bien usados (dejemos por un momento el lado oscuro) conducen a caminos inexplorados para el profano haciendo con ello que la responsabilidad de los actos recaiga en uno mismo. Eso en el caso de que ese uno quiera saber, si no da igual la velocidad del ADSL, será simplemente una "conexión membrilla".

El ministro no es tonto, como tampoco la elite política, son los perfectos verdugos, incluyendo a tanto experto económico a sueldo mintiendo como bellacos, en la nómina del dueño del dinero: la juventud dormida e hipotecada, la clase media en vías de extinción, los pobres cada vez más pobres (por favor, no es demagogia, es una realidad) y una ciudadanía aborregada, buen trabajo.

En cuanto a los que en sus libros de estilo dice que la responsabilidad de un periodista es advertir a sus lectores de lo que va a pasar, a la mayoría de estos, ni se les ha visto durante los años del saqueo ni se les verá cuando la gente exija destapar a los culpables.

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