jueves, 19 de julio de 2007

Realidad virtual


«Su mundo. Su imaginación. Una sociedad on line creada enteramente por sus habitantes. Un lugar donde usted puede ser o puede hacer algo. Un paisaje 3D siempre cambiante» Philip Rosedale, fundador en 2003 de Second Life.
Quizás no haya un contenido en la red tan controvertido y difícil de prever como el de la realidad virtual. Apenas comenzado, se asiste a su desarrollo con una mezcla de fascinación y temor. El portal Second Life cuenta con más de 8 millones de usuarios, avatares o residentes. Hace 9 meses apenas superaba el millón. Sus raíces vienen de los videojuegos en conexión pero su realidad hoy es infinitamente más compleja.
Formar parte de la realidad virtual es pertenecer a una comunidad, un espacio donde relacionarse sin el ¿pesado? fardo de nuestra corporeidad. Es bueno distinguir que no se trata de simular las relaciones sociales sino de relacionarse en un nuevo formato.
Hay cabida para cualquier actividad y el espectro de sus usuarios va desde los que solo quieren conocer y que se les conozca, los que quieren hacer negocio o los interesados por la tecnología. Se abren tiendas, se proyectan películas por estrenar, las universidades dan cursos, surgen galerías de arte, embajadas de países, movimientos armados que intentan liberar SL, agencias de noticias, y cómo no, los mismos y repudiables acosos y violaciones sexuales de la vida real pero en unos y ceros. Se mueve tanto dinero que las Haciendas de algunas naciones ya están vigilantes. Un auténtico laboratorio del futuro.
A Saramago le asusta, a Vicente Verdú le parece una muestra de que el tiempo que vivimos es el más solidario en la historia de la humanidad.
Basta con descargarse un programa, darse de alta y empezar a caminar, pero necesitarás dinero para personalizar tu imagen y para más cosas. Tema este del dinero cuestionado y que en estos días se anima con la aparente puesta en fuga de varias multinacionales ante la ausencia de ventas en sus tiendas virtuales.
¿Un espejismo más de la cosa?. Yo creo que no; piano, piano.

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